Por César Luquero (rollingstone.es)
Una sola audición. Cincuenta y ocho minutos compartidos con algunos compañeros de oficio en las oficinas de su sello en los madriles. Un equipo de primera a volumen considerable. Los graves tumbaron una de las placas conmemorativas que reposaba en los estantes de la aséptica sala de juntas. Insuficiente para juzgar en profundidad un trabajo como este, denso y lleno de recovecos, aunque la escucha sí diera para una primera impresión. Y fue de las buenas.
La portada de Delta machine, ese paisaje postindustrial virado a rojos casi sepia, supone un serio aviso. El patrón rítmico que abre camino a Welcome to my world es opresivo, pero cuando la voz de Dave Gahan hace acto de presencia todo parece iluminarse. Ese contraste entre sombra y luces, entre melodía y ruido, sobrevuela buena parte de un disco que así, a simple vista, eleva la media artística obtenida por los de Basildon en los 15 últimos años.
La elección de Heaven como sencillo-ariete se antoja de lo más apropiada. Es una balada de estructura convencional, estribillo resultón y aroma a clásico. O a Songs of Faith and Devotion. En Broken, conectamos sin ambages con el espíritu del trío británico justo antes de la epifanía Violator. Y cuando suenan Soft Touch/Raw Nerve y Goodbye ocurre más o menos lo mismo. Huele a recocina, pero los ingredientes utilizados son tan de primera que preservan ese sabor arcano capaz de activar nuestra memoria-sensación.
Entre lo mejor, la esquelética trama de glitches que sostiene My Little Universe, la política de mínimos casi blues que impulsa Slow, la inmersión abisal dentro del batiscafo The Child Inside y, en general, la gratificante sensación de estar ante un grupo capaz de mantenerse en equilibrio sobre la cuerda floja de su virtuosa historia.
Vínculo: http://rollingstone.es/discs/view/critica-depeche-mode-delta-machine
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